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Marrakech, una de las ciudades reales de Marruecos, alberga numerosas reliquias y ruinas antiguas. Vislumbre la fascinante historia del país explorando los palacios de Bahía y El Badii, y las tumbas saadíes.

Déjese cautivar por tesoros aún más antiguos visitando el Museo Dar Si Saïd, en Rue Riad Zitoun Jdid. Ubicado en un antiguo palacio, sus colecciones incluyen impresionantes exposiciones de marroquinería y tallas de madera locales.

Si desea rodearse de belleza natural, pasee por el "pulmón verde" de la ciudad, La Palmeraie. Situada a las afueras de Marrakech, esta zona ocupa más de 13.000 hectáreas de terreno y cuenta nada más y nada menos que con 150.000 palmeras. Relájese y diviértase una tarde dando un paseo en camello por sus senderos sombreados.

Por la noche, diríjase a la plaza principal de la ciudad, Jemaa El-Fna. Deléitese con el auténtico entretenimiento marroquí contemplando el espectáculo de las bailarinas y escuchando a los cuentacuentos contar historias cautivadoras.

Conozca el libro sagrado del Islam en la Madrasa de Ben Youssef, una escuela coránica dedicada a la enseñanza de las escrituras y las leyes islámicas. Fundada en el siglo XIV, actualmente sigue siendo un animado centro educativo.

Una vez haya descubierto esta institución histórica, añada un toque único a su escapada marroquí. Dé un paseo en calesa por las calles de Marrakech. También puede aventurarse más allá de la ciudad para disfrutar de un relajante paseo en camello por el desierto o de una emocionante excursión en 4x4.

Tras recorrer las sinuosas dunas, recorra la costa de Agadir, a dos horas del centro de la ciudad. Dé rienda suelta a su vena competitiva practicando distintos deportes acuáticos o relájese en sus inmaculadas arenas blancas mientras toma el sol.

Continúe su aventura con un viaje al Valle del Ourika y la cordillera del Atlas, conocidos por sus extraordinarios paisajes. Aquí podrá admirar algunas de las cascadas más altas de Marruecos o visitar las tradicionales casas bereberes.

Deleite su paladar con el tajín, una suntuosa combinación de carne y verduras. Servido con cuscús, este plato emblemático se cocina a fuego lento con una mezcla de hierbas y especias que le inyectan un sabor irresistible.

Si desea acabar sus comidas con un toque dulce, tómese un zumo de naranja recién exprimido, la bebida por la que Marruecos es famoso. Elaborado con algunas de las naranjas más deliciosas del mundo, lo encontrará en los puestos ambulantes de toda la ciudad. Otra bebida revitalizante es el té a la menta, perfecto para refrescarse en un día caluroso.

Con sus sinuosas callejuelas y zocos interconectados, la Medina de Marrakech es una visita obligada. Si desea vivir la experiencia marroquí por excelencia, pasee por los mercados más pequeños, repletos de artículos de cuero de primera calidad, tallas de madera y bellas obras de arte autóctonas.

También abundan los artículos de joyería, con toda una variedad de minuciosas creaciones de oro fabricadas por manos expertas. Si busca piezas más contemporáneas, diríjase a Souk Cherifia, donde encontrará una ecléctica mezcla de diseñadores locales e internacionales.